Heaven in her arms.

Soy feminista, gorda y vegana y vengo a quejarme sobre temas de feminista, gorda y vegana. Odio mucho y me quejo más, así que me he abierto este blog para compartir mi odio y mis quejas con el mundo.

martes, 30 de mayo de 2017

Los silencios hablan: sobre la empatía y la parte más privada de lo político.

TW: VIOLACIÓN.

Después de lo que me ha parecido una vida entera he decidido que voy a hablar públicamente de mi experiencia como víctima (y/o superviviente, supongo) de violación. Siento los posibles triggers pero no hay manera eufemística de hablar de esto.
Hay cientos de cosas sobre las que nadie habla con respecto a la violación, pero el qué pasa después siempre permanece como un silencio en las conversaciones sobre este tema.
Si hay algo de lo que nadie habla cuando se saca este tema es de cómo vuelves a sobrellevar la vida una vez has decidido que seguir viviendo con esta losa a la espalda es la vía que tomas. Ni de cómo tomas esa decisión después de replantearte miles de veces hasta qué punto tiene sentido seguir con ello.
Nadie habla de cómo serán tus relaciones posteriores con hombres que acabarán perdiendo el interés en una tarada o que por estar tarada les gustarás el doble, ni de cómo se te escapará el tiempo entre ataque y ataque, ni de cómo muchas de nosotras seremos malas víctimas y acabaremos cayendo en relaciones sexuales o afectivas abusivas y destructivas en las que nuestro trauma es un fetiche o algo de lo que sacar provecho. Y nada es peor que volver a caer en aquello de lo que huyes, porque encima de traumatizada, eres tonta y una irresponsable a ojos del mundo. Nadie habla de cómo a pesar de asquearte el sexo durante meses, días o años después, follar va a ser tu único refugio en el que aún te queda algo de autoestima, a pesar de que para la inmensa mayoría vas a ser poco más que manchas en las sábanas y una carcasa vacía. O de cómo incluso después de ser violada tu autoestima sigue dependiendo del sexo porque se nos enseña a ser víctimas perfectas, dianas de traumas y receptoras de las facetas más repugnantes del ser humano, y a vivir con ello en perfecto e imperturbable silencio.
Cuando me reencontré con el sexo lo había olvidado todo. No sabía cómo era follar sin llorar de repente, ni sabía lo que era el cuidado de después, ni cómo es sentirse humana durante el sexo.
Tuve que reaprender todo lo que creía que sabía sobre follar, y con la cantidad de depredadores sexuales que hay por ahí que según ven a una loca o traumatizada se bajan los pantalones, no me fue fácil. Se me han perdido casi dos años encontrando a alguien que no explotase mi dolor con intención de hacerme más débil y vulnerable. O en otros términos, más deseable y erotizable.
Han pasado casi dos años y aún tengo pesadillas, aún lloro a veces mientras follo y me siento físicamente sucia durante horas cuando lo recuerdo. Contaminada, invadida. Dicen que las mujeres no somos territorios de conquista y por favor que alguien me explique cómo es que siento que dos años después todo lo que tenía ha sido expoliado y robado. Las mujeres no somos tierras pero a ojos del patriarcado y de sus hijos somos menos que eso, y hemos sido históricamente trofeos. Esas concepciones se retuercen aún más cuando el trofeo es plantar la semilla del trauma, destrozar nuestra privacidad y expoliar nuestro consentimiento.
Cuando hasta el más mínimo resquicio de tu privacidad y de tu valor humano ha sido arrancado a la fuerza de lo más profundo de ti y ha sido sustituido por imágenes que se repiten constantemente de cómo encontraste sangre en tu ropa interior durante días y ni con esas pudiste ir al hospital de pura vergüenza, o de cómo te costaba mirar a tu familia y amigxs a los ojos y habrías jurado por su cara que lo sabían, no te queda nada salvo tú y sobreponerte a esto con la fuerza que han tenido la magnanimidad de dejarte.
Me encontré a mí misma durante meses (y aún no he recorrido ni la mitad del camino) recogiendo los rescoldos de mi dignidad y de mi autoestima por el camino, evitando pasar por caminos extrañamente familiares, follándome a cualquier despojo que intercambiaba mi trauma y mi locura por cuatro caricias para tirarme al mismo contenedor del que venía. Con preguntas constantes que parecían más el intento de recrearse en su cabeza una escena de película snuff que interés por mi bienestar.
Y tanto los depredadores como los morbosos eran desconocidos o amigos. Si hablamos de barrer por los suelos a una puta loca desquiciada y traumatizada, el asco no entiende de vínculos ni confianzas.
Sobrellevar el haber sido violada y ser plenamente consciente de ello es algo que acompaña de por vida de la misma manera en que lo hace cualquier enfermedad crónica. Estás permanentemente puesta en paliativos y tendrás días en los que estarás en la cima del mundo sabiendo que has puedes superarlo, y otros en los que la propia idea de convivir con ello es simplemente insoportable sin al menos el colchón de ducharte en agua hirviendo y lavarte las manos con desinfectantes, porque sentir punzadas en el estómago o somatizar los recuerdos es repugnante y sientes que todos tus órganos se están pudriendo de asco.
Siempre que hablo de este tema cara a cara con alguien se hace exactamente igual de duro, pero por mucho que indigne al resto del mundo o que me pidan que sea menos gráfica, que se aprovechen de mi dolor para conseguir algo de mí es una constante. Nada nuevo bajo el sol, que las locas levantamos pasiones es algo tan antiguo como antiguos son los cazadores sexuales y son otras de las grandes piedras en el camino.
No hay un solo día en el que no recuerde ni me recuerde a mí misma quién soy y de dónde vengo, que esa parte nublada y distorsionada de mi mente forma parte de mí, pero que mis traumas no me definen ni me construyen como mujer. Que el camino que he andado forma parte de mí, pero no soy yo.
Entre todo este secretismo sobre la violación parece que olvidamos que lo más importante de las víctimas es que no somos estadísticas. Que nos sobreponemos, que somos personas, que no olvidamos y que no estamos ahí para cuando las discusiones en Twitter se vuelven complicadas de ganar.
Que por las noches mientras el resto del mundo se va a dormir, nosotras seguimos luchando por no caernos de este puente colgante en el que se han convertido nuestras vidas.
Esta piedra que arrastro desde hace dos años es mía y solo mía de la misma manera que mis hematomas solo los puedo apretar yo y solo yo puedo rascarme y limpiarme las heridas. Mi dolor es solo mío, y siendo político, es privado.
Y siendo privado, es parte de mí.

sábado, 13 de agosto de 2016

Cavando mi propia tumba. El discurso bodyposi tóxico y simplista.

Esta entrada será recordada como la que provocó el unfollow masivo de mi cuenta. PERO.
Leo últimamente mucho sobre la opresión que supone la gordofobia y los privilegios de la gente delgada. Incluidas las mujeres. Y se me parte el corazón.
Decir que las mujeres delgadas o normativas están en una posición privilegiada es decir, sin ofender a nadie, una tontería. Tener una situación más ventajosa que la de otro sector no implica necesariamente poseer una posición privilegiada. Y menos si hablamos de las mujeres y la presión estética. Pensaba que habíamos llegado a un punto de conocimiento y manejo del discurso feminista para poder comprender que, en temas de género -como la presión estética-, no existen privilegios entre mujeres. Existen situaciones ventajosas.
No podemos olvidar por mucho que queramos, que la misma mujer a la que se está llamando privilegiada (qué manera de banalizar términos que tienen mucho más trasfondo que este) sigue viendo a diario anuncios de depilación en los que su vello es visto como repugnante, anuncios de cremas reductoras en los que cuerpos más delgados que los de la mayoría de gente en normopeso siguen siendo "demasiado gordos", y cuyas tallas (incluso las de mujeres normativas) se ven reducidas cada día más en las tiendas, para hacer creer que cada vez son más gordas.
Ninguna mujer ocupa una posición privilegiada en cuanto a cuestiones estéticas se refiere. Ni una sola. Nos pese lo que nos pese. Y decir lo contrario es llegar a conclusiones tras análisis muy simplistas y superfluos.
Para que una persona se encuentre en una situación privilegiada tiene que darse una situación de opresión, y volvemos a que, nos duela o no, la gordofobia no es una opresión al igual que no lo es la alosexualidad si no es hetero (porque decir que una mujer lesbiana tiene privilegios con respecto a un hombre asexual es el mismísimo colmo). Una situación no es privilegiada con respecto a otra si sufren opresiones en el mismo marco social, como es el caso de las mujeres y la presión estética. No pueden existir privilegios dentro de la misma opresión. Existen diferentes formas y diferentes niveles de violencia estructural. La gordofobia, como por cualquier persona con un mínimo de análisis es sabido, afecta en mayor medida a mujeres que a hombres, y es un ejemplo clarísimo de por qué no pueden existir privilegios de mujeres delgadas con respecto a mujeres gordas. Porque la gordofobia bebe sus fuentes en una gran parte en la opresión de género. Una mujer gorda es una mujer inservible al patriarcado, porque es una mujer no-normativa y por lo tanto es una mujer que no aporta ningún beneficio al hombre heterosexual con su atractivo físico.
Otra de las grandes fuentes de las que bebe la gordofobia es, evidentemente, el capitalismo y la necesidad de este de crear un consumismo irracional. ¿Qué mejor manera de irracionalizar el consumo que introducir dinámicas como la gordofobia y la presión estética, que crean inseguridades que no pueden ser satisfechas? No es de sorprender que la inmensa mayoría de los productos destinados a la belleza sean consumidos por mujeres.
Decir que las mujeres delgadas tienen algún tipo de privilegio sobre las mujeres gordas es vaciar de contenido político la opresión de género, negando que las mujeres son sujetos oprimidos históricamente y que por lo tanto dentro del sistema de poder, en cuanto a género, no tienen privilegios. Cada vez que alguien dice que las mujeres delgadas tienen privilegios está negando que toda mujer es oprimida por ser mujer. Porque la gordofobia no es fruto de un sistema sociocultural aparte. La gordofobia es consecuencia de las dinámicas patriarcales capitalistas, pero en ningún momento supone en sí misma un sistema de poder.
El cuerpo y aspecto de la mujer es siempre un asunto de interés público, porque ninguna mujer es dueña de su propio cuerpo ni de su propia apariencia, y decir que en algún momento puede llegar a existir privilegio en una situación como esa es, simplemente, falta de análisis.
Veo últimamente muchísimas burlas hacia compañeras que han señalado actitudes como esta, y se las ha vejado y humillado públicamente porque al ser normativas no tienen derecho a señalar actitudes simplistas y ataques tan graves a la sororidad como es el de tachar a mujeres de opresoras dentro de la presión estética. He llegado a ver a más de una compañera hacer referencia al término "thintears", y me voy a permitir la licencia de decir que en mi TL, una y no más. Tratar a mujeres como a machirulos porque nos están señalando un fallo o una incoherencia en nuestro discurso es la manera más rastrera que he visto de evitar mirarnos el ombligo (qué ironía, hablar de tripas y de gordofobia) y de mirar si, efectivamente hay una incoherencia en nuestro discurso.
He llegado incluso a ver a más de una persona hablar de que las mujeres que señalaban estas actitudes estaban ALIENADAS. Alienación, la famosa palabra. La famosa palabra que ha perdido absolutamente todo su valor en análisis sociales, antropológicos y políticos, porque ahora se emplea para absolutamente cualquier detalle. Ya llevamos dos conceptos básicos en la elaboración de teorías que han quedado completamente vacíos de toda trascendencia y de todo contenido por emplearlos sin conocer su contexto y, por ende, su significado real.
La alienación hace referencia al desconocimiento de un grupo social de su propia opresión, actuando conforme al sistema de poder que le oprime y perpetuándolo. Cuando vea a una sola de esas mujeres que critican las incoherencias del discurso en contra de la gordofobia decir que la presión estética y la gordofobia no existen, todavía me replantearé el hablar de alienación. Mientras tanto, son mujeres que llevan la contraria a un discurso que, sinceramente, planteado sobre estas bases carece de sentido. Y pocas cosas me parecen tan terriblemente misóginas como descalificar y deslegitimar las críticas de una mujer empleando los términos y los marcos discursivos del feminismo para dejarla en evidencia. Y más en público, si cabe. Y pocas cosas me parecen tan terriblemente incoherentes como emplear el marco discursivo feminista -que por su propio planteamiento, quita la razón a estos discursos- en beneficio propio y con el fin de que no se cuestione un planteamiento que se coge con pinzas.
Así que, lo dicho. La próxima vez que habléis de una mujer como una opresora o una privilegiada en el marco social de su propia opresión, pensáoslo dos veces. A lo mejor las que están pecando de egoístas y de incoherentes no son quienes señalan esas incoherencias sino quienes prefieren desoír las críticas de compañeras en favor de mantener un discurso tóxico.
Atte. Una tía gorda. Por si a alguien le da por decirme que me revise mis privilegos o que estoy alienada.

viernes, 12 de agosto de 2016

Presentación.

En vista de que como por todxs es sabido, los caracteres de twitter son limitados, he tomado la decisión de abrir un blog para expresar todas las opiniones que por unos motivos u otros son más extensas, ya que este formato me da más agilidad y más facilidades a la hora de escribir lo que tengo que decir.
Aviso a lectorxs que este blog no es un blog con finalidad poética ni mis textos van a estar redactados con intenciones estéticas sino con intención de ser difundidos. Aviso también que soy una persona cuyo discurso no está libre de violencia, no soy una persona pacífica ni pacifista. Aviso notablemente de que no soy una persona libre de incoherencias ni de lagunas ideológicas, pero que tengo toda la intención de darle muchísima caña a incoherencias y discursos que me parece que merecen ser eliminados de la misma manera en la que me gustaría que, si la cago, me den caña a mí.
Aviso sobre todas las cosas de que utilizo MUCHAS palabras soeces y que mi lenguaje no va a ser siempre tan correcto (a pesar de que he dicho "si la cago").